En el Museo de la Ciudad, cuyo flamante director es el señor Ricardo Pinal Villanueva, que además hasta donde se sabe ejerce simultáneamente la conducción de la Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico Cultural de la CABA, en este museo que fuera dirigido tan dignamente por Eduardo Vázquez y antes por el Arq. Peña, se llevó adelante un encuentro de fileteadores.
El arte del fileteado, encuadrado dentro de las más profundas tradiciones populares porteñas (nos referimos solo a la ciudad, pero puede observarse también en la Provincia de Buenos Aires, y fue difundido a otros sitios del país), ya que era decoración de carros, carteles y posteriormente colectivos, siempre representó el imaginario simbólico del pueblo, en efigies de actores, cantantes, personajes sagrados o mágicos, y por supuesto personajes políticos.
En este marco, y desde las garantías de expresión que nos brinda la Constitución, describiremos el repudiable hecho que sucedió durante el concurso: uno de los trabajos fue retirado de manera autoritaria y forzada por las autoridades del museo, y el motivo fue que llevaba pintada la imagen de la Presidenta.
Se muestra acá el trabajo cuestionado. No por su calidad, ni por su técnica, sino por su discurso.
Esta grave violación de garantías constitucionales, que solamente tienen parangón con las modalidades dictatoriales que eliminaron o intentaron borrar la memoria colectiva arrasando con sus íconos y aun con edificios que de alguna forma estuvieran relacionados con quienes se quisieron echar al olvido (inútilmente, por cierto), no debe ser permitida en el marco de la democracia que tanto nos costó recuperar.
Aquellos que se beneficiaron con la concentración de la riqueza y con la estatización de la deuda privada, están todavía en lista de espera en los juicios a los cómplices civiles de la dictadura, pero tienen sus avatares contemporáneos, que reproducen prácticas y representaciones.
Ya que la comisión de un delito debe ser hecha pública, reproducimos para ustedes una oto en que se ve al discriminador en cuestión.
Más allá de quien ejerza los cargos, las instituciones democráticas deben ser preservadas, ya que conocemos que es lo que pasa cuando son destruidas.
Y una acotación más, para los desprevenidos de siempre, o los pícaros que tratan de hacer aparecer que "todo es igual, nada es mejor": no es lo mismo un acto de autoritarismo y abuso de poder sobre un ciudadano argentino que en uso de sus garantías constitucionales se presenta con su arte a un concurso convocado desde el Estado, que el retiro del cuadro de un dictador genocida, apropiador de niños, asesino confeso, de la galería de los presidentes constitucionales. No es lo mismo, aunque las cabezas poco acostumbradas al análisis no puedan notar la diferencia.
Y sino que les pregunten a sus abogados, porque la Ley hace diferencias.
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